"Es la música que hay en nuestra conciencia, el baile que hay en nuestro espíritu,
lo que no quiere armonizar con ninguna letanía puritana, con ningún sermón moral..."
(Nietzsche: Más allá del bien y del mal, 216)


Ataques de Magia Negra a hombres modernos





Nunca intentes convencer al escéptico sobre quien planeas lanzar una maldición. Déjale que se burle. Explicarle cosas disminuiría tus posibilidades de éxito. Escucha con complacencia cómo se ríe de tu magia, mientras sabes que sus días de angustia han empezado. (LaVey)




La Magia Negra está en las antípodas de constituir una forma de creencia. En el Sendero de la Mano Derecha, el sendero de las buenas conciencias que se dedican a las magias "de luz", sí hay mucho que creer. Si admites que existen dioses por encima de ti, tienes que admitir que sus designios no siempre te serán evidentes. Toda divinidad necesita de una fe, comenzando naturalmente por la fe en su existencia. Los magos negros, asesinos de los dioses que un día les inculcaron (libres ya de la necesidad de pensar mediante dioses), no confían más que en ellos mismos. Ni siquiera tienen fe en lo que otros les dicen: sólo en lo que han experimentado, vivido, comprobado. La Magia Negra es un arcón de técnicas experimentales que únicamente conserva aquello que da resultados. No funciona a través de ningún dios, no pide ni espera nada de ninguna deidad. La vida es demasiado breve y apasionante para quedarse aguardando pacientemente como un creyente más, lleno de recogimiento, humildad y desesperación.

I

Por supuesto que el hombre moderno se ve a sí mismo como un descreído. Cada vez que obedece ovejunamente a los mensajes de la publicidad o de la propaganda, y prácticamente nunca deja de hacerlo, piensa que ha sido su propia decisión, su "elección libre". "Qué curioso, la televisión siempre opina lo mismo que yo", puede que llegue a decirse en el límite de su lucidez. Su "librepensamiento" aumenta según deja de sentir el peso de las presiones ideológicas que permanentemente soporta. Acata sin dificultad y sin objeción las principales visiones de la vida dominantes, pero paralelamente se aferra al convencimiento de que "no cree en nada". ¡A él con misioneros puerta a puerta, pitonisas de la tele y curanderos inmigrantes! El hombre moderno es "científico", como corresponde a su grado de moderno, lo que quiere decir antes que nada que acepta como verdad objetiva todo lo que le digan quienes se presenten a sí mismos como científicos, aunque no sepa exactamente qué es lo que le están contando. Una bata blanca le pirra tanto como a su bisabuelo una sotana negra.

El hombre moderno entiende la magia negra como una creencia y, como tal, evidentemente, tampoco cree en ella. Como descendiente bastardo de Winston Smith, sólo cree en lo que le dicen las pantallas oficiales del Ingsoc, y en ese caso no se llama creer sino saber (no es una opinión sino una verdad incuestionable). Así que desde la ventanilla del cochecito que le ordenaron comprar, eternamente atascado en los semáforos de la rutina, el hombre moderno mira el mundo alrededor y ve con sorpresa a gente a la que le ha dado por "creer" en cosas, idiotas incomprensibles, carne de timadores...


II

Cuando un mago negro se enfrenta a un aborregado hombre moderno, se topa de entrada entonces con un descreído. Uno "que no cree" y que cree que la Magia Negra es una "creencia", valga la triple redundancia. Y forma parte seguramente de sus certezas esta opinión complementaria: "La Magia sólo funciona con quienes creen en ella". Así que si tú eres un verdadero hombre moderno, siempre rodeado de la luz protectora de tus pantallas de todos los tamaños, no deberías temer nada de todos esos antiguos cuentos oscuros.

La realidad, sin embargo, es más compleja, y por supuesto mucho más interesante. El desconcertado y estresado ciudadano-consumidor de nuestros días es un rebelde de pacotilla, empecemos por el principio. Su "descreimiento" es una pose más de su pequeño ego, en el fondo una respuesta a motivaciones ni siquiera aquí sublimes: Banalidad y máscara de comedia en los encuentros como prevención contra el discurso reflexivo, pereza ante el tener que pensar en lo que otros parecen interesados en explicar, preferencia por el escaparate de looks que no hablan... "No creer" es aquí una mera excusa para no asomarse, no implicarse, no pensar demasiado (lo que da más tiempo para dedicarse a las pantallas).

Las estratagemas del ego tienen una doble falla: No son muy estables y no resuelven los conflictos, simplemente los esconden — en el inconsciente. No son muy estables: Constantemente la flamante autoimagen del ego entra en alerta, prácticamente ante cualquier encuentro con otro nuevo ego. Y por otro lado, que es más importante aquí, no resuelven los conflictos: El ego tiene la cochina costumbre de tapar bajo la alfombra del olvido todo aquello que no quiere ver. Pero el olvido no es la nada, ni un tunel de basura hacia el espacio exterior, sino la parte de la mente que almacena a granel los pensamientos torpemente repudiados por el ego. Lo negado no desaparece, sino que sigue ahí, ahora sin control de la mente racional —que, como buena colaboradora del ego, no cree que eso ya exista— y pugnando por volver a la superficie (a la consciencia) en miles de formas inesperadas.


III


Cuanto más se acicala el ego, más cosas tiene que esconder. El inconsciente del hombre de hoy, satisfechamente descreído, bulle de oscuros símbolos atávicos, de experiencias extrañas sin aceptar y de profundos terrores arraigados desde etapas remotas. Como sucede con todas las pulsiones mantenidas oprimidas en lo más hondo, estas partes de su propia mente emergen de vez en cuando a la superficie con una fealdad abisal: como supersticiones cotidianas, como tics neuróticos asociados a la "suerte", como inexplicables sensaciones de inquietud en algunos lugares, como pánico a la soledad, como fobias extrañas y por supuesto como pesadillas. No resolver el atávico miedo a la bruja le retorna al hombre moderno descreído como miedo a la calle nocturna, al asaltante fantasma, al crujido en la cocina. Y es que la bruja sigue allí.

Desde esta perspectiva, el hombre moderno estándar, el buen descreído, es un objetivo idóneo para los ataques de Magia Negra. Tiene un inconsciente repleto de elementos oscuros con los que conectar, todos prácticamente intactos, y además —como decíamos antes— sin ninguna protección de la mente racional (que se empeña en negar que existan). Como lo expresó Jung: "Mientras más cristiano es el consciente de uno, más pagano se vuelve su inconsciente"


IV

Una de las técnicas de ataque de Magia Negra más efectivas es enviar información autodestructiva al inconsciente de una determinada persona. Pero para poder hacer esto es necesario cumplir con varios requisitos, entre ellos dos fundamentales. El primero es burlar las defensas de la mente racional, que bloquearían de alguna manera el acceso. Para ello el mensaje (es decir, la forma final en que esa información se transmite) no debe ser racionalmente evidente. El proceso es el mismo que en la fabricación de un sigilo según la técnica de Austin Spare. De hecho el mensaje que contiene esa información autodestructiva se convierte formalmente en un sigilo, sólo que no dirigido a la propia mente sino a la de otro. Y recordemos que un sigilo no sólo puede ser visual: también acústico, táctil, etc.

El segundo requisito fundamental es lo que acabamos de llamar arriba poder conectar con elementos o partes del inconsciente de esa persona. Toda comunicación necesita un receptor, y un cierto código o lenguaje común. Si no hay nada al final que entienda el mensaje, porque no habla su "mismo idioma", la información no llegaría a su objetivo. En la técnica de sigilos búmeran, por llamarlos así, porque se "lanzan" y vuelven a uno, el inconsciente pertenece a la misma mente que los diseña. Es como entrar en la propia casa por la ventana. Los símbolos no racionales en los que el mensaje se ha convertido, los sigilos, son "reconocidos" inmediatamente por la mente profunda, que los descifra o reconstruye sin dificultad.


V

El aparente problema estaría en que en este caso la mente que lanza el sigilo y la que lo recibe son distintas. Distintas sí, pero ¿realmente ajenas? Los seres humanos vivimos de manera gregaria desde que tenemos memoria de la especie. Si hemos estado compartiendo durante siglos símbolos a los que llamamos "creencias", "valores", elementos de la "realidad", también hemos compartido símbolos "oscuros", "siniestros", o como queramos llamar a todo aquello que como egos sociales no queremos ver o admitir en nosotros mismos y forzamos a las profundidades del abismo interior (del Infierno). Somos quizás más diferentes entre nosotros en nuestras mentes conscientes que en nuestros inconscientes. Al fin y al cabo las mentes conscientes, pilotadas por los egos, pueden distribuirse entre las variadas etiquetas de modas, actividades, estatus sociales o ideologías del momento. Pero las mentes inconscientes comparten los mismos y ancestrales paisajes crepusculares, habitados por similares formas oscuras.

Cada sistema siniestro en las distintas culturas de la Tierra ha sido un lenguaje para hablar de lo que está oculto en lo más profundo de la mente, de todo aquello que el ego no puede presenciar (porque moriría de terror). Los que se acercaron en sus épocas a los círculos de Set en Egipto, de Hécate en Grecia o de Tezcatlipoca en México eran psiconautas audaces dispuestos a adentrarse en las cámaras más recónditas y oscuras de sí mismos. Cada uno de estos sistemas simbólicos ofrecía instrumentos acordes a su cultura o historia colectiva para poder cartografiar este viaje interior, para nombrar a las presencias que aguardaban en los túneles y para sondear poco a poco el gran abismo. Cuando estas tradiciones se perdieron, sus lenguajes, sus redes de símbolos, también dejaron de ser operantes. Los seguidores del saber de Tezcatlipoca desaparecieron, y a sus descendientes la simbología que Tezcatlipoca congregaba en torno a sí dejó de serles significativa, dejó de conectar con sus mentes en las nuevas claves cristianas del mundo. Hoy podemos reconstruir intelectualmente, gracias a los historiadores y a los antropólogos, el significado siniestro de muchos elementos asociados a estas figuras oscuras del pasado, pero la mayoría de estos elementos ya no resuenan directamente en los planos inconscientes de quienes los presencian, como sucedía en su momento. Hoy los practicantes de "magia egipcia" tienen que leer y teorizar mucho para imaginar lo que sintió intuitivamente un egipcio de la antigüedad al percibir los rasgos o atributos de Set. 

La simbología oscura para las personas educadas en la cultura occidental es la simbología satánica, el lenguaje del Demonio. El mago negro satánico opera con símbolos plenamente vigentes en las capas veladas del hombre moderno. Demonio sigue llamándose la fuente de sus miedos profundos. No se trata aquí de "sugestionar" a la persona elegida como objetivo, se trata de alcanzar puntos de conexión o "anclaje" en las inquietudes de su inconsciente, desde donde la maldición o conjuro pueda multiplicarse por todo su mundo interior. El "lenguaje" satánico resuelve el problema del sigilo entre dos mentes distintas al que antes se aludía, porque trabaja sobre los túneles profundos que siguen conectando a las personas de nuestra cultura, porque puede adentrarse en los pasadizos sombríos que nos hermanan a través del horror.  



Miguel AlgOl



1 comentario:

Anónimo dijo...

eternamente atascado en los semaforos de la rutina
gracias por un excelente escrito y por la bella prosa poetica