"Es la música que hay en nuestra conciencia, el baile que hay en nuestro espíritu,
lo que no quiere armonizar con ninguna letanía puritana, con ningún sermón moral..."
(Nietzsche: Más allá del bien y del mal, 216)


Deus inversus?





La frase latina Demon est Deus inversus ("El Demonio es Dios invertido") parece que ha tenido un largo éxito entre hermetistas, cabalistas y rosacruces, y parece también que la historia la ha ido llevando de su aséptico origen neoplatónico a una lectura totalmente "siniestra". Yeats la escogió todavía con cierta ambigüedad para su lema personal en la Golden Dawn, pero Blavatsky, en su Doctrina secreta, ya la calificaba sin rodeos de "extremadamente peligrosa"... Así que en nuestros tiempos Barathrum o Nechist la han elegido con entusiasmo para sus temas de estética infernal.

Que el Demonio sea la versión especular de Dios puede parecer muy siniestro porque de alguna manera supone la equiparación de ambas figuras, y entre las personas educadas en el monoteísmo cuestionar el axioma de un Dios eternamente solitario es la mayor blasfemia imaginable. De aquí el horror de Blavatsky y el fervor de Barathrum. Pero tal vez una auténtica perspectiva siniestra debería trascender esta confrontación, precisamente por un abierto y lúcido rechazo de la fascinación de Dios. Se hace un flaco favor al Demonio comparándolo con un invento de sacerdotes, poniéndolo al mismo nivel del absurdo ídolo engreído en que ponen su esperanza los pusilánimes. Sólo los que siguen creyendo en su fuero interno en la existencia de Dios, y en su supremo poder, pueden pensar que igualarse a él es un elogio. Esta es la trampa del discurso sobre el "Adversario": reconocer a alguien como enemigo es elevarlo a la propia altura, considerarlo en muchos sentidos complementario. No, el Demonio no es un fantasma boca abajo.

El Demonio no viene a derrocar ídolos para ocupar sus tronos y recibir la adoración de millones de fracasados. No es la envidia de rebaños temblorosos lo que le hace aborrecer a los dioses. O lo que es lo mismo en el terreno personal: el satanista no busca reemplazar fantasmas. Lo que el satanista busca en el Demonio es una fórmula que le permita expresar su desprecio por los dioses.

En la ideología de los rebaños de creyentes un absurdo personaje etéreo gobierna el mundo. Vivir es plegarse a sus leyes, esperar sin descanso su aprobación (lo que, dado su contumaz silencio, garantiza una vida de angustia constante). Pero para la corriente demoníaca, el mundo está gobernado (desgobernado) por el Caos: cada vida tiene su propia ley universal que tiene todo el derecho a imponerse, y la existencia es nada menos que la creación y la destrucción constantes que todas estas fuerzas en juego provocan. No hay voluntad suprema, no existe nada por encima de la realidad, nadie está juzgando. Por lo tanto tampoco lo hace, ni lo hará nunca, el Demonio. Es no haber salido de los rebaños de creyentes pedirle cosas al Demonio, pretender su versión oscura de la salvación, aunque sea con los más inquietantes rezos "inversos" (el Padrenuestro al revés... la cruz boca abajo... el "credo satánico"...). El Demonio no te dará nada, todo lo tendrás que obtener por ti mismo, si puedes y mientras puedas. Lo que el Demonio significa para una existencia humana es un permanente recordatorio de esta lucha personal. La ayuda del Demonio en tu vida es meramente la inspiración que puedes encontrar en él para tu propio combate. Y es que si vas a ver al Demonio, siempre descubrirás con espanto que lleva tu cara.


Miguel AlgOl

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