"Es la música que hay en nuestra conciencia, el baile que hay en nuestro espíritu,
lo que no quiere armonizar con ninguna letanía puritana, con ningún sermón moral..."
(Nietzsche: Más allá del bien y del mal, 216)


De la apropiación de la Kabbalah


Es interesante el reciente trabajo de Ezra Rose, un estudioso judío del ocultismo, titulado "A Lesser Key to the Appropriation of Jewish Magic & Mysticism" ["Una Clave Menor para la apropiación de la magia y el misticismo judíos"].

La tesis de Rose es que durante la Edad Media la Europa cristiana centró en "el judío" la imagen estereotipada del mago que hacía pactos, rituales y sacrificios para demonios y espíritus malignos ("nigromancia"). Esto dejó en la cultura occidental el poso de una visión del judaísmo (sus lugares de culto, sus textos, la misma escritura hebrea...) con una fuerte aureola "mágica". Esta no era la propia perspectiva judía, sino la perspectiva cristiana sobre los judíos.  

A partir del siglo XVII, y sobre todo del XVIII, empiezan a aparecer en Europa apócrifos "grimorios" y "libros de magia" que se intentan hacer pasar por muy antiguos y que en su mayoría dicen ser traducciones de remotos textos judíos, como sucedió con toda la parafernalia mágica que se creó en torno a "Salomón". Pero en realidad estos textos no son traducciones de originales hebreos ni recogen en absoluto las claves culturales mínimas del judaísmo: Son textos cien por cien "cristianos", que usan el "judaísmo" como una burda forma de rodearse de una atmósfera de antigüedad y esoterismo. Muy a menudo los signos hebreos que aparecen en los "sellos" y "símbolos" de estos grimorios no tienen sentido desde el punto de vista de la propia lengua hebrea, o incluso están mal escritos. Rose pone en su trabajo bastantes ejemplos.

Desde el celebérrimo Alphonse Constant, que en sus libros cambia su nombre cristiano por uno judío ("Éliphas Lévi") para parecer así más "experto" en secretos mágicos antiguos y cosas misteriosas y ocultas, se inicia la estampida entre los magos occidentales por apropiarse de pretendidos símbolos y conceptos del judaísmo —sin entender básicamente nada de esta cultura, dice Rose. Nacen así numerosos "estudios" y "revelaciones" realmente delirantes sobre la Kabbalah, donde las propias elucubraciones de los autores se hacen pasar por "conexiones" y "descubrimientos" que dicen haber hallado por sí mismos en este vasto conjunto de saberes. 

La estrella indiscutible del uso de conceptos judíos por el ocultismo occidental cristiano es la profusa mención del famoso "Árbol de la Vida". Cualquier "conexión" esotérica con él, por más peregrina que sea, es perfectamente posible y más que bienvenida entre los "magos" occidentales modernos. Se han conectado los sefirot del Árbol de la Vida con los chakras, con los trigramas del I Ching, con los demonios de la Goetia, con los dioses egipcios, con los planetas, con las cartas del Tarot, con las runas nórdicas... no hay límite a la imaginación creativa cuando aparece el Árbol de la Vida, tan "antiguo", tan "esotérico" (tan "judío" desde el cliché cristiano). Y el hecho de que los sefirot parezcan tener según esta lectura exterior y vulgarizada de la Kabbalah una "cara oculta" (los qlifot), ha permitido toda una nueva serie de sensacionales "conexiones" mágicas —esta vez para un público dark— a los autores modernos más imaginativos.

Tres ejemplos antológicos de la utilización del referente "Kabbalah" para arropar las personalísimas divagaciones místicas de sus autores son sin duda The Holy Kabbalah de Arthur Waite, The Mystical Qabalah de Dion Fortune, y Qabalah, Qliphoth and Goetic Magic de Thomas Karlsson. 

Los magos occidentales deberían ser más modestos a la hora de trabajar con elementos de culturas que realmente desconocen. Conocer una cultura es sumergirse en ella, entender las interconexiones que establece en la realidad, darse cuenta de la coherencia interna de su cosmovisión. Una cultura no es una colección de "piezas interesantes" que funcionan autónomamente (véase a este respecto también el caso de la moda de lo "tántrico" en la llamada magia sexual moderna). La Kabbalah es un campo de conocimiento inmenso que implica un trabajo de muchos años (posiblemente de toda una vida) hasta para los estudiosos educados en la propia cultura judía, familiarizados ya desde pequeños con una lengua y una tradición filosófico-religiosa muy específicas. 

Hay bastante de prepotencia colonial en estos magos de herencia europea que "cogen cosas" de otras culturas como quien llena una cesta en el supermercado ("creo que esta noche haré un poco de magia caldea..."). La forma tan burda de trastear con elaborados conceptos de otras tradiciones sólo evidencia su profunda falta de sensibilidad sobre la complejidad de los símbolos. 

 

Miguel AlgOl



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