En el caso de América, hay una cultura que todavía convierte este rasgo en algo más sorprendente. Me refiero a uno de los pueblos originarios que habitaba la isla de la Tierra del Fuego, en el extremo sur del continente. Este pueblo era el selknam, también llamado ona. En su "mitología", estudiada de manera detallada por el misionero austríaco Martin Gusinde a comienzos del siglo XX y luego por la antropóloga estadounidense Anne Chapman en la segunda mitad de ese siglo, había una figura llamada Halaháches por las mujeres y Kótaix por los hombres.
Esta figura poseía poderes terribles y en ocasiones muy destructivos y se escenificaba por un hombre durante una ceremonia mágica colectiva conocida como Hain. Halaháches / Kótaix aparecía caracterizado por unos grandes cuernos y el hombre que lo encarnaba hacía movimientos con la cabeza a uno y otro lado, como si embistiera a los asistentes a la ceremonia.
Lo sorprendente es que en la Tierra del Fuego no existían animales bovinos antes de la llegada de los pueblos de tradición occidental, primero los ingleses y después los chilenos y argentinos. No había ningún animal con cuernos en aquel hábitat glacial que sirviera de inspiración. Por ejemplo, un pueblo vecino de los selknam, los yahgán o yámanas, incorporaron directamente a su lengua el término inglés horn (cuerno) cuando vieron por primera vez este elemento entre los animales que los ingleses traían. Lo adaptaron a su idioma como xorn.
Martin Gusinde fotografió a un miembro del Hain que encarnaba a esta figura en 1923:
Miguel AlgOl
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