"Es la música que hay en nuestra conciencia, el baile que hay en nuestro espíritu,
lo que no quiere armonizar con ninguna letanía puritana, con ningún sermón moral..."
(Nietzsche: Más allá del bien y del mal, 216)


Sobre el origen de la palabra alquimia




Hay una creencia popular errónea, contra la que están los modernos lingüistas, que considera que conocer el origen de una palabra nos dice algo sobre su "verdadero" significado actual. Esta falsa creencia se conoce en filología, entre otros nombres, como "prejuicio etimológico". Según ella, radical no significaría en nuestros días propiamente "extremista", sino "el que va a la raíz de las cosas", ya que procede del latín radis = "raíz". Aunque sin duda venga muy bien a quien en algún momento de su vida haya sido acusado de radical, el argumento es completamente falaz.

Las palabras cambian a lo largo del tiempo no sólo en su forma, sino también en su significado. Del mismo modo que la forma antigua de una palabra no es la "mejor" (no es mejor decir caput que cabeza), tampoco es "mejor" o más "verdadero" su significado más antiguo. Nietzsche decía muy gráficamente que las palabras son como bolsillos, porque en un momento pueden contener una cosa y en otros momentos otras: Totalitario significó en sus orígenes "que se ocupa de todos", pero hoy significa indudablemente "dictatorial". Hortera designaba en un primer momento una cazuela o escudilla, pero hoy es una persona con muy mal gusto...

¿Es entonces la etimología una dedicación inútil? ¿No les sirve para nada, a los que se dedican a un tema, conocer el origen de su nombre? Todo lo contrario. Aunque la etimología de una palabra no nos diga necesariamente nada importante sobre su significado actual, sí nos sirve para saber muchas cosas de la propia historia del concepto que representa: para saber de dónde procede esa idea, dónde se gestó y cómo fue utilizada en sus primeros tiempos. La etimología, aunque no sea muy útil para la lexicografía actual, sirve de mucho a la historia de las ideas. En esta perspectiva, por lo tanto, nos ocuparemos aquí de los tan discutidos orígenes de la palabra alquimia.


En busca de los orígenes

Aunque la etimología del término alquimia siga siendo en varios aspectos controvertida, una gran mayoría de autores está de acuerdo en algunas cosas sobre ella. La primera, y muy evidente, es que alquimia es un término árabe (al-kimiya o al-khimiya). La segunda, que la palabra alquimia está en el origen de las designaciones de la ciencia química de la mayoría de las lenguas europeas modernas (química, chemistry, chimie, chemie, khimia...). La tercera es que la palabra alquimia, pese a ser árabe, no procede de una raíz autóctona árabe, sino con seguridad del término griego khemia o khemeia, tal como todavía se designa a la química en griego moderno (el grupo kh debe ser pronunciado como la j castellana). Pero todavía hay una cuarta coincidencia entre los especialistas: que el término griego khemeia no procede tampoco de una raíz autóctona en esta lengua, sino posiblemente de una raíz extranjera muy anterior. La palabra entonces ha ido pasando de lengua en lengua a través de los siglos, de una manera que podemos exponer gráficamente así:

[ ? ] → khemeiaal-kimiyaquímica, chimie, chemistry, etc.

Tenemos pues una misteriosa palabra en un misterioso idioma que inició todo el proceso. Los hablantes de griego antiguo (lo que no significa necesariamente los habitantes del territorio de la Grecia actual) la adaptaron a su lengua. Y los árabes la volvieron a incorporar a la suya, desde donde irradió a una gran cantidad de lenguas europeas, e incluso más lejos. Intentaremos entonces recorrer la historia en camino inverso y retroceder hasta ese punto original desconocido.


Una propuesta ilustrada

Durante mucho tiempo, y como efecto del prestigio general de esa obra, muchas personas que se han interesado por el origen de la palabra alquimia han dado por buena una versión errónea acuñada en la Enciclopedia francesa. Diderot y D'Alembert estaban en el siglo XVIII suficientemente lejos de la alquimia medieval para poder saber algo de primera mano sobre su origen, y suficientemente lejos también de la lingüística moderna (que apareció a comienzos del siglo XX) para poder aplicar unas técnicas etimológicas fiables. Y como veremos a continuación, la única cosa que estaba a su alcance en aquellos días, saber algo de árabe, también brilló por su ausencia.

En el tomo primero de la primera edición de la Enciclopedia (1751), bajo el epígrafe "Alquimia" se escribe:

"La palabra alquimia está compuesta de la preposición al que es árabe y que expresa "sublime" o "por excelencia" y de química (chimie), de la que daremos la definición en su lugar. De suerte que alquimia, siguiendo la fuerza de la palabra, significa la química sublime, la química por excelencia."

Esta explicación etimológica de la palabra alquimia no es cierta. La parte al- es el artículo árabe (traducible indistintintamente por el / la / los / las en castellano, como sucede con el inglés the). Es el mismo artículo que está en tantas palabras de origen árabe en nuestra lengua (albañil, almirante, alcanfor, alacrán, alcázar, etc.), e incluso en nombres de lugares (AlmeríaAlbacete, Alcalá...). Por ejemplo al-bañil significa "el constructor" (de la raíz banaa "construir") no "constructor sublime"; Al-bacete significa "el Bajo (la Llanura)", no "bajo sublime"; al-cázar significa "el castillo" o "el palacio", no "castillo sublime", etc. etc. Digamos entonces, y esto es algo en lo que coinciden todos los diccionarios etimológicos actuales, que alquimia no es "la química sublime", sino meramente "la química".

Confunden los autores de la vieja Enciclopedia dos palabras árabes muy distintas, que sólo pueden sonar parecidas a oídos poco acostumbrados a esa lengua. Una es al, el artículo que ya hemos presentado, y otra es a'al, un adjetivo que significa "elevado", "sublime". Esta segunda palabra se escribe en árabe de manera muy distinta al artículo y no forma parte de la palabra alquimia en ningún texto árabe del mundo: Con esta forma a'a he representado en letras latinas un sonido inexistente en las lenguas europeas, pero presente en las lenguas semíticas, que los fonetistas llaman "faríngeo". Es un sonido que a los europeos nos suena como "engolado" o "engollipado" y que en árabe funciona como una auténtica consonante. La raíz a'al está muy presente en el árabe actual. Pero incluso si forzáramos a la palabra a'al ("elevado") a formar una unión con la palabra kimiya (lo que no aparece en ningún escrito árabe conocido), nunca podría ser en árabe a'al - kimiya. Esta unión es contraria a la gramática árabe. La forma a'al es masculina y kimiya femenina. Sería algo así como decir en español elevado química. La forma de verter al árabe la expresión "química elevada" sería kimiya a'ala, siempre con el adjetivo obligatoriamente detrás.


La clave está en Egipto

A tenor de lo que la lingüística actual va sabiendo, los árabes copiaron la palabra griega khemeia y le colocaron su artículo: al-khemeia, "la química": al-kimiya. Pero esa palabra griega tampoco era originariamente helénica. ¿Dónde empezó todo? En tiempos de los enciclopedistas, antes de que su compatriota Champollion aprendiera a leer la escritura jeroglífica egipcia, poco se sabía de una
antiquísima raíz Kheme o Kem. Pero hoy, que podemos leer el antiguo egipcio con relativa facilidad, sabemos que el griego khemeia y el árabe kimiya contienen un nombre que tiene sus orígenes en las tierras del Nilo, precisamente el nombre que los antiguos egipcios daban a su país: Kem, palabra que en copto era Keme o Kheme, según los dialectos.

Kem es el nombre autóctono de Egipto. Procede de una raíz que hace referencia al color negro porque el Egipto antiguo se consideraba a sí mismo la Tierra Negra, en contraposición al territorio no cultivable del desierto, o Tierra Roja. El nombre con que nosotros conocemos a ese país, Egipto, es un término muy posterior, inventado por los griegos (Aigyptos) a partir del nombre autóctono de Menfis: Hikuptah.

No por casualidad los primeros alquimistas conocidos surgen entre los egipcios helenizados: Zósimo de Panópolis, Cleopatra la Alquimista... Tampoco es casual que encontremos precisamente en la Tabula Smaragdina unas de las primeras referencias a la alquimia. Cuando Diocleciano decreta quemar los textos alquímicos de Roma, se refiere a ellos como "los antiguos escritos de los egipcios".

Está claro que para el mundo antiguo de nuestro hemisferio la alquimia / química surgió como tal en Egipto, y lo que hacían los griegos y los árabes con sus designaciones era simplemente dejar constancia de ello. El misterio de la alquimia está así resuelto, aunque sólo sea en el terreno de su nombre: Alquimia es etimológicamente "la egipcia", la ciencia de Egipto.


(Publiqué este artículo originalmente en Diaphoros Magazine)


Miguel AlgOl

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