Fotografía: Wendy Rufino (México) "Desgarraduras: Confesionario" |
Pensar no es fácil, por eso tanta gente lo ve como un "esfuerzo". Y pensar, en muchos casos, duele. Pero creo que hay dos tipos de dolor de pensamiento, tan opuestos en sus efectos sobre la vida que no convendría confundirlos. Hay un dolor como reto y un dolor como castigo. Está el dolor de las heridas de la lucha, el dolor de tantear las afiladas defensas de la muralla que vamos a tomar. Este dolor sin duda vale la pena, sin él la vida sería sólo la estéril pecera de confort que nos promete la publicidad, donde esperan un día flotar tan a gusto todos los imbéciles. Y está también el otro dolor: Un dolor sin propósito para la vida, sin objetivo más allá, que termina en él mismo y por lo tanto nunca se queda atrás. Un dolor que sólo se enrosca, se adhiere y clava los dientes, girando sin fin en nuestra cabeza como un mantra abominable. ¿Cómo se llama este dolor insidioso que sólo sabe morder? Lo revela claramente su mismo nombre: Remordimiento.
Los curas de toda sotana recomiendan encarecidamente el dolor que muerde. Lo llaman "responsabilidad", seriedad con nosotros mismos, "conciencia"... Saben que con él quedamos inermes, temblorosos, derrotados, suplicantes de un poco de paz y perdón. Luchad contra vuestros pensamientos de culpa sin fin: Los dioses que os reemplazan como dueños de vuestras vidas os muerden siempre desde dentro.
Miguel AlgOl
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