"Es la música que hay en nuestra conciencia, el baile que hay en nuestro espíritu,
lo que no quiere armonizar con ninguna letanía puritana, con ningún sermón moral..."
(Nietzsche: Más allá del bien y del mal, 216)


La puerta entreabierta de LaVey



Un rasgo del ignorante es creer poder explicarlo todo. Cuanto menos sabes, más claro y simple es el mundo.

"Sólo sé que no sé nada" no es un arrebato de modestia del sabio. Es la constatación de todos los nuevos horizontes que se abren al adentrarse en cualquier camino de conocimiento. Nuevos horizontes que el ignorante ni siquiera puede imaginar que existan.

Al final el sabio es el que se da cuenta de todo lo que le queda por aprender, y el ignorante el que cree que ya lo sabe todo.

Poder explicar perfectamente qué es Satán, estar seguro de saber "todo" de Satán, es así, llanamente, una muestra de ignorancia. Todo sabio dejaría una puerta entreabierta...


LaVey siempre mantuvo una fascinante y creativa ambigüedad sobre Satán y el mundo demoníaco. No decía —o lo decía simultáneamente— que era un personaje, un símbolo, un poder, una "energía", un dios... No se puso a decretar si "existía" o "no existía"...

LaVey dijo que Satán era como los satanistas llamaban a "un acceso multifacético a lo desconocido" (Biblia Satánica, "Libro de Lucifer", IV). Una definición abierta que alienta a ir mucho más allá de cualquier etiqueta, de cualquier "explicación" simplista. Creo que la definición de un sabio.

Como pasa con la mayoría de los seguidores de Crowley, que no suelen estar a su altura, pasa con muchos seguidores de LaVey. La puerta que el sabio siempre cuidó en dejar entreabierta, la cerraron de un golpe al llegar, tal vez sin darse cuenta.

 

Miguel AlgOl

1 comentario:

Urbex Solitario dijo...

Esa puerta que queda entreabierta se asoma a una vastedad inmensa. Unos lo llaman el inconsciente